domingo, 1 de enero de 2012

INMORTALES - CEMENTERIO CLUB y nuestras amicalidades





Somos inmortales. Siempre hemos estado aquí. Exactamente donde estamos. Contorsionándonos, amando y odiando al mismo tiempo, viviendo y a cada segundo muriendo. Contradictorios. Enamorándonos de la soledad. De nosotros mismos en soledad. De nuestra imagen cuando se aparece en nuestra conciencia y creemos que es otra imagen (la de la amada). Al final, nos miramos permanentemente a nosotros mismos, y nos enamoramos de nuestras andanzas, de nuestras penurias, de nuestros anhelos, nos enamoramos de nuestra vida que es a la única a la que podemos mínimamente acceder. Y eso que poco o nada nos conocemos.

José (el compositor de este gran grupo que es Cementerio Club) es un gran amigo. Algo distanciado por todos los espacios tiempos que han transcurrido entre nuestros incipientes veintitantos y nuestros canosos y sedentarios cuarentaitantos. Y por eso, y porque su proceso vital se cruzó con el mío, celebré y celebro este himno a la contradicción del amor. Una canción que nos va revelando a través de su melodía romántica esa especie de amor que descubrimos luego de constatar que no somos invencibles, que hemos naufragado y seguiremos naufragando pero que a pesar de todo seguimos aquí, simulando inmortalidad a través de un nuevo proceso de amor luz, de amor redención, de amor renovante. Y el amor nos convierte nuevamente en inmortales a través de sus “magias inútiles” (Borges), de sus resquicios bizarros, de la melancolía que sentimos en la soledad de la amada. Y, si pues… sentimos la inmortalidad… la rozamos a través de las manos de esa persona que sentimos especial.  

Somos… amigo… esos mismos niños púberes que en el colegio intentábamos cantarle al amor… esos mismos jóvenes que componíamos canciones atiborrados en ese cuarto inmemorial de Campodónico. Los mismos hombres canosos que ahora descubrimos que nuestra inmortalidad pesa, y de repente ya no nos resulta cómoda. Pero, como dice la canción, a diferencia de los otros yos que hemos dejado atrás, ahora, curtidos por los zarandeos de una vida azarosa “ya no tememos morir”. Un fuerte abrazo José… un fuerte abrazo…

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