POESIAS




ALGUN DIA

Me moriré sin ruido,
Sin color, sin aire.
Me moriré moribundo,

Extenuado, cavilante.
Me moriré desnudo,

Cercado, temblante.
Me moriré sin tiempo,

Sin señas,
Sin semblante.
Me moriré sin ti.

Y ya muerto… me moriré.







TRISTEZA


 
 




Es tarde, y los colores del día caen
grises sobre mi espíritu.
Las gentes acomodan sus pasos
Mientras las cosas –inmóviles-
Pautan y se confunden,
Dando paso a una extraña forma de existir,
Retornando, siempre
Al eterno laberinto de la vida siguiéndose
Estéril.

(las formas azules del cristal
Muestran en silencio
Tu luz).


 


 

CARCEL


A Doris Vásquez Bobbio, mi madre




A veces recuerdo
Algunos trazos infantes
De mis manos diminutas
(Ahora hulkianas, elefantiásicas, absurdas).


Pinturas primitivas
De colores básicos,
En las que pequeñas casas
Aleteaban
Sobre un gras difuso.


Y recuerdo
Que el sabor de la vida,
(A pesar de las supuestas distancias)
Era el mismo,
Un sabor agrio,
Con ligeros chispazos de luz
Escondidos en tu sonrisa
(tu madre, tu hermana, tu amada).


Ese recuerdo
(lastimoso, gris)
Es mi verdad.
La vida no cambia,
Se mueve en el mismo sitio,
En el mismo segundo que no pasa,
El mismo eterno segundo
En el que estoy atrapado,
Del que no salgo,
Por más que me ponga a llorar…
(Y ya no llegará mamá

para convencerme

-con su aroma iluminado-
Que el amor anula la desesperanza
Y da paz…)









TEATRIN

"Los aromas de tu recuerdo
Me acompañan,
Me sugieren que el mundo
Se mueve lento,
Y que su densidad coincide
-extrañamente-
Con la posibilidad de tu luz"


Un grito sordo inicia la mascarada.
Los actores, confundidos con los espectadores,
Esperan la señal inconfundible,
La marca acordada, el signo ineludible

EL ANAGRAMA

En el escenario de sombras apareces tú,
La musa del tiempo y del espacio,
Redentora del dolor, espada de un damocles dormido,
Maravillosa visión de un futuro sin pasado.
Y como temiendo una reacción (o como pretendiendo ignorarla)
miras en silencio
A la humanidad
                        Que se destruye
                                               De a pocos
Miras, y tu mirada petrifica, por su exultante belleza
Por su paz.

Los actores, desmenuzados, inician el juego
Y las llamas comienzan su labor demoledora
(ante lo siniestro, los espectadores corren –siempre corren- despavoridos).
Oigo tu suave voz de despedida
Y de esos segundos de angustia
Rescato mi destino
Que es el tuyo... ave fenix de mi memora.


LA ESPERA

Tus ojos brillan
Y mientras brillan
Mi mente genera los espacios del amor

Y soy feliz,
porque en tu sonrisa descubro la calidez de una verdad sin palabras

Y soy feliz,
Porque ese largo silencio terminó con un roce de piel
Con una promesa tácita
Con tu nombre en la punta de mis labios.

Y mientras la tierra se mueve al ritmo constante de tus pasos,
Yo espero de nuevo ese momento idéntico,
Ese instante sobrenatural,
Esa parábola irrepetible del amor

Si, Asterión, lo sé... como tú, yo espero en vano.


ME LLAMO ZEUS

Me llamo Zeus
Y soy el Dios de dioses,
Ese ser eterno
Que omnipotente,
cabalga por sobre las cabezas de los hombres.

Me llamo Zeus,
Pero a veces también me llamo marte,
O Júpiter,
O Venus,
Soy dios de planteas,
O planetas tierra que rondan.
Y de pronto me llamo Juan,
O Pablo,
O María,
Y Soy el mismo Zeus Planeta
Que cierra el universo en mí,
Conciencia pura de nada,
Universo sin contenido,
Marco perfecto
De una pintura por hacer.

O sea nada...

Yo soy Zeus,
O soy Yavé,
O Jehová,
O Soy Buhda,
O Mahoma,
O Alá,
Soy el cristo que arde
Por los pecados inconclusos,
Soy tu sombra,
Soy ese instante en que me miraste,
Y mi vida se hizo luz,
Y la vida se hizo luz.

Ya no soy Zeus,
Soy instante,
Y mi vida instante se me va,
Entre tú, posibilidad, y la nada...

Nada....

Yo soy Zeus.
Y soy nada sin ti.


SOBRE EL FINAL

Este es el final.
Las estrellas me acompañan en esta noche,
y cada estrella, que es un recuerdo,
delinea cada detalle de nosotros,
de los que fuimos.

Y en los finales (extrañamente)
Uno descubre las verdades que nunca vio,
Que no vio porque el amor es ciego,
Y sordo, y mudo,
Y porque nuestro amor tenía límites
Que jamás intuimos.

Y es en esos límites
Que comenzó este final,
Un final simple, sin angustias, sin sobresaltos,
El resultado de nuestros errores,
De nuestras faltas,
El final del amor.


PERDIDO

Me gusta la poesía
Pero no soy poeta,
Soy cualquier cosa,
Soy un trotamundos,
Un hereje,
Un ermitaño,
un sátrapa,
soy todo lo que no quise ser,
soy Satán.

Y me da pena haberme perdido,
(extraviado en la misma encrucijada),
No haber podido hilar las palabras exactas,
No haber tenido la estética suficiente
Para haber construido los mundos exactos
que me hubiesen conducido a ti.

Y sigo perdido,
Y ya he perdido toda esperanza de encontrarte.
A ti madre de las cosas,
Hermana de la sensualidad,
Hija de cada deseo.
A ti,
Que nunca estuviste.
A ti
Que nunca vi.

(Y como dijo Santo Tomás, ver para creer)


TIEMPO

Sobre la hora,
Sobre el segundo inexistente,
Sobre cada metáfora,
Cada deseo;
Está mi alma desolada,
Esta mi instinto que destruye,
Mis pasos extraviados,
Mi soledad.

Sobre el tiempo,
(ese tiempo que desvela),
Están tus pasos persiguiéndome,
Esta tu imagen que me aterra,
Tu voz que sigue similar
(como un estallido, una granada),
A la voz del ser humano que se hunde,
Que muere perfectamente,
En el sonido sordo de mi lamento.

Sobre cada segundo,
Está tu segundo,
El preciso instante de mi muerte.

IRREFLEXIONES
Somos felices. Felices de escapar, de escondernos juntos, como niños jugando imaginariamente a los espías rusos. Felices de atravesar fuegos incandescentes, sin temor a quemarnos, por nuestra inconciencia del peligro. Y nuestra felicidad tiene el mismo rumbo que nuestro deseo, y nuestro deseo no tiene fin. Buscamos lúdicamente los espacios perfectos en los que nuestra desnudez sea todo, y nosotros –despojados de las formas- nos volvamos Uno al compás de una música desconocida (esa, nuestra música, mi amor). Atrás quedaron los caminos retorcidos, las voces disonantes, la soledad. Atrás quedó mi mundo enredado, tus deseos de tranquilidad. Ahora todo es explosión, todo deseo, y nuestras bocas van reclamando esa pasión desenfrenada de la que se ha construido –afortunadamente- gran parte de nuestro mundo. Es cierto. Estamos en fase creadora, correspondiéndote a tí elevar tu belleza por encima de lo conocido y a mí ser un admirador admirado recitando unos versos que no llegan a decir lo que quiero. Nunca llegan.
Alrededor, las gentes nos miran extasiadas. No comprenden la grandeza de lo nuestro, y su incultura los impulsa a adorarnos o a destruirnos. Péndulo, balanza, movimiento, compás. Nos preparamos para el circo. Es cierto. Seremos crucificados por una innoble causa, y las banderas de la moralidad se posarán sobre nuestros cadáveres. Ese es el futuro. En el presente, tu silueta perfecta me posee. Y somos felices. Por impensantes. Y somos felices, porque sí.

APOCALIPTICOS

El cielo de Majes era nuestro marco. Tú lo mirabas extasiada, y yo sonreía mientras observaba el rímel exagerado de tus ojos. Tus dulces ojos de princesa hippie.  Con suave voz me anunciaste la llegada de los cometas. De esos astros alucinados que incinerarían nuestro planeta. Así, apocalípticos, nos besamos mientras las velas expiraban. Me hablaste del mañana, negando su existencia. Yo te anuncié que yo ya no era yo, y tú te reíste del acto de magia. Luego desaparecimos. Tu volaste a una extraña galaxia inentendible (te veo a veces, dentro de mis sueños y dentro de los sueños de mis sueños). Yo me quedé al borde del río, que se convirtió en mar, que se convirtió en nube, que se convirtio en lluvia, que se convirtio en abismo, en caida libre. Y te extrañé desde lejos, acompañado de bifontes y escálagos deformes.

Ahora -en este segundo extraño- sospecho que nunca exististe, que todo fue un juego de mi mente, y que nunca estuve ahi, en ese Majes luminoso.

(que nunca fui feliz al beso de tus labios desvanecidos).

Y que el mundo no tiene fin. A pesar de esos cometas que vedrian a rescatarnos del infinito. Del infinito sin ti.

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